JMJ 2011 León: Carta del Obispo con motivo de Pentecostes

2 de junio de 2011

Carta del Obispo con motivo de Pentecostes

Con motivo de Pentecostés el próximo día 12 de junio, día del Apostoaldo Seglar, nuestro obispo Don Julián ha escrito esta carta pastoral. Nos recuerda a los jóvenes la importancia de descubrir el sentido de la fe y la pertenencia a la comunidad eclesial, y la urgencia de concretar todo eso en el testimonio de vida en favor de otros. Alude a la JMJ como oportunidad de poner a punto el ardor apostólico y evangelizador que suscita el Espíritu de Dios


Queridos diocesanos:

La Jornada Mundial de la Juventud con su lema “Arraigados en Cristo, firmes en la fe”  ha inspirado este año el lema del día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar: “Arraigados en Cristo, anunciamos el Evangelio” que se enmarca en la solemnidad de Pentecostés. Para anunciar el Evangelio es preciso estar apoyados radical y firmemente en Jesucristo. No se trata solamente del punto de partida de la vida cristiana y apostólica, el Bautismo y la Confirmación que engarzan nuestro ser y nuestro querer y obrar en Jesucristo, sino también de la perseverancia en ese vínculo que nos une a cada uno de nosotros con Él como los sarmientos a la vid: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5).  Ese vínculo no es una idea, un proyecto o un propósito, sino el Espíritu Santo enviado a nuestros corazones para unirnos a Cristo y entre nosotros de manera semejante a une al Padre y al Hijo en la Santísima Trinidad.

“Arraigados en Cristo” significa estar en comunión de vida, de fe y de amor con Él como efecto de la acción del Espíritu Santo. “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Fl 4, 13), es decir, en aquel que me sostiene porque pone en mí su fuerza. Esa fuerza es la presencia del Espíritu Santo que ha querido compartir con nosotros. Esto vale muy especialmente para los jóvenes que no quieren conformarse con una vida estéril evadiéndose de la realidad para crear un mundo imaginario y placentero. El soñar por soñar, el denunciar por denunciar, el protestar por protestar, si no hay una coherencia y alguna forma de compromiso activo, lleva a encerrarse cada vez más dentro de un círculo vicioso y no sirve para nada.

Todos los cristianos, pero especialmente los jóvenes, necesitan descubrir el sentido de su fe y de su pertenencia a la comunidad de los seguidores de Jesús, pero de manera dinámica, es decir, poniendo en valor mediante el testimonio personal y alguna forma de apostolado activo los dones recibidos de Dios. La fe que no se hace caridad efectiva o que no se transmite o comparte, tiene muy poco o nada de vitalidad. La fe sin obras es una fe muerta (cf. Sant 2, 17). En cambio, el amor de Cristo, fruto del Espíritu, nos urge, interpela y mueve (cf. 2 Cor 5, 14). No es posible acostumbrarse a una fe débil y mortecina. Es la gran paradoja de tantos jóvenes procedentes de familias cristianas, que se formaron en la fe en la parroquia, en el colegio, en la clase de religión, y que sin embargo han ido abandonándose poco a poco. Les ha faltado la perseverancia de la fe y el dar el paso a la acción, al testimonio. Se han encerrado en sí mismos, han desconectado su vinculación con la Iglesia y su fe se ha debilitado aún más. 

¡Qué estupenda ocasión la Jornada Mundial de la Juventud para experimentar, celebrar y compartir con jóvenes de todo el mundo la fe y el ardor evangelizador y apostólico que suscita en el corazón juvenil el Espíritu Santo! Quiero dar gracias a Dios y a los mismos jóvenes que dan testimonio de su fe en sus parroquias y centros de estudio o de trabajo asumiendo con gozo y valentía su condición de discípulos de Jesucristo y, de manera particular, a los que se están implicando a fondo en la preparación de los días en la diócesis de la próxima Jornada Mundial de la Juventud.  Con mi cordial saludo y bendición:

+ Julián, Obispo de León

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